Cuando me veo al espejo, no veo títulos, ni diplomas, ni reconocimientos. Mucho menos seguidores de redes sociales.
Cuando me veo al espejo, veo a una mujer que ha recorrido un camino lleno de desafíos, tal como muchos de ustedes. Una mujer que ha sido dañada… y también curada.
Y es que, a pesar de mi conocimiento sobre el funcionamiento humano, no dejo de ser una persona que se equivoca, que tiene miedos y que sigue aprendiendo día tras día. Yo también tuve una mala relación con la comida, también me divorcié y pasé por relaciones tortuosas que me enseñaron a poner límites y a corregir patrones nocivos del amor.
Como muchos, también sufrí abusos en mi infancia, y he enfrentado duelos y despedidas que marcaron mi vida.
Ser madre ha sido uno de los cambios más profundos que he atravesado, y me ha hecho comprender aún más lo importante que es cuidarnos emocionalmente.
El camino que se recorre acompañado es más liviano, y ese es mi propósito: acompañarte en tu viaje de sanación. Porque sé lo que es sentirse roto y perdido, pero también sé que es posible reconstruirse.
Hoy acepto que mi experiencia personal me permite conectar de una manera cercana y genuina con quienes vienen a mí, con sus dolores y heridas.
A lo largo de este viaje, he aprendido que sanar no significa olvidar, sino aprender a vivir con aquello que nos ha dolido y transformarlo en una fuente de fortaleza.
Estoy aquí para caminar a tu lado, porque sé que, juntos, el peso se hace más liviano y el camino más claro. Y creo firmemente que todos los seres humanos tenemos una capacidad innata para repararnos.
Gracias por llegar hasta aquí.